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La soledad y yo

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Como un soplo del viento. Como una certeza madurada en noches tristes e insomnes. Como la verdad por cruda que fuere; así volvió la soledad a mi vida. Algunas veces, realmente, llegué a creer que se había marchado para siempre de mi vida. Quise creerlo. Mas no. No. Solo se escondió por los rincones de mi dormitorio, entre mis libros. Se fue de viaje por unos años; me dio una tregua. Y se lo agradezco, porque me hice de verdad un hombre en su ausencia, y conocí la vida a través de ojos amados, de sueños compartidos, de besos anhelantes. Sentí la alegría de "vivir sientiéndose vivido". Llegué a olvidarme de ella, pero la soledad no se olvidó de mí. Me fue anunciando su regreso a través de signos que no supe (o no quise) leer.  Su presencia se fue materializando con el perfume de las flores secas, con los silencios prolongados, con los abrazos tibios, con los besos que no se dieron. Y parece que las estrofas de Silvio nunca fueron tan ciertas: "Cuentan que cuando un silenc