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Mostrando entradas de 2013

Antes

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Antes de amarte, sufrir me era más sencillo. No conocía la verdad que otra piel me podía enseñar. Acostumbrado al frío, no extrañaba el calor. Ahora, después de conocerte, amor, el mundo es aún más inhóspito sin ti. Mis ojos se acostumbraron a la luz, y hay días, sabe Dios, que todo lo daría por un abrazo. Antes, conocía la ilusión. Ahora, la melancolía me acompaña. Después de conocerte me hice un hombre, y al perderte me he vuelto sombra. Antes, sufría al no hallarte, ahora, por no tenerte. Pero el dolor no se compara. Haberte tenido. Haberte perdido. Es imposible de mitigar. ¿Cómo se combate el recuerdo de un beso? ¿Cómo olvido el olor de tu pelo? Y, sin embargo, mi único consuelo, es saber que fue cierto y que una vez fuiste una conmigo, y sólo por eso siento que el dolor cobra sentido porque a la mitad de mi noche cierro los ojos y recuerdo tu brillo.

Parafina, Atenea y las palabras no dichas

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Probablemente fuera la noche más fría del año. Era el primer domingo de julio y no había mucho que hacer. Dormir bien tapado, ver televisión o leer. De salir a la calle ni hablar. Había aún un poco de sol, sin embargo el aire helado calaba los huesos. La vieja y fiel estufa Sindelen había estado encendida durante todo el día. La sola vista de su anaranjado corazón parecía dar una sensación cálida y tranquilizadora. Sin embargo, no fue nada tranquilizador constatar que la aguja del indicador de combustible estaba ya casi en cero. Salió al patio, no sin estremecerse por el frío que lo rodeó, sólo para comprobar que el bidón estaba también vacío. Nada qué hacer, o se congelaba o iba a comprar parafina.  Buscó su billetera y sólo encontró un billete de cinco mil pesos, doblado en varias partes. No había más. Con eso, de todas formas, alcanzaría para algunos litros, los suficientes para una horas más de calefacción esa noche y durante la ducha y desayuno del lunes. Se ciñó la bufanda

I'm back

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Ha pasado mucho tiempo. Un año casi desde que escribí por última vez aquí, en mi abandonado, pero bien amado blog. El 2012 no fue para mí un año sencillo, más bien podría decir que fue casi un año muerto, y eso que no se cumplió -afortunadamente- ninguno de los siniestros anuncios acerca del fin del mundo... siempre lo dije, era más sencillo creer que a los no tan dichosos mayas simplemente se les acabó la roca en que seguir tallando calendarios, que creer en el fin del planeta y la raza humana. Principio de parsimonia, simplemente.  En fin, no sentí realmente ganas de escribir durante el 2012, y si de pronto me venían, pronto las sepultaba con televisión o viendo ridículas páginas en internet (ya me sé todos los memes de memoria...  desde los 150 primeros pokémon que no me pasaba).  Sin embargo, quizá algo si cambió con el fin del año. Sentía cada día más la necesidad de volver a escribir, de opinar, de decir algo al mundo, aunque al mundo le importe un bledo lo que alguien