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Mostrando entradas de diciembre, 2010

Capítulo VIII: "La muchacha de las zapatillas rojas" Primera parte.

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Nunca he sido bueno para recordar nombres. Necesito de bastante tiempo para aprenderlos. Como profesor, entenderá usted, amable lector, más de un problema me trajo esta situación. Sin embargo, mi memoria visual parece ser bastante más efectiva que mi memoria onomástica. Con relativa facilidad recuerdo no solo rostros, sino, además, vestimentas y accesorios de aquellas personas que he conocido alguna vez y que, por los motivos que fueren, han causado en mí gran impresión. Sucedió de esa forma con ella , el único amor de verdad y completo que alguna vez tuve en mi vida. Su nombre y la mayoría de los detalles me los reservo, quizá por pudor, pero ciertamente también por respeto. Respeto por  alguien que marcó mi vida para siempre.  Pues bien, la historia comenzó así; Mientras todavía intentaba recuperarme del shock que me causara mi no correspondido amor de años, que ya conté en el capítulo VII, afortunadamente contaba con el apoyo y el cariño de mis compañeras y amigas de la universida

Nochebuena desde la ventana

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"Cuando venga la Primavera,  si ya estuviera muerto, las flores florecerían de la misma manera y los árboles no serán menos verdes que en la Primavera pasada. La realidad no necesita de mí". Fernando Pessoa. Estoy mirando desde la ventana de mis abuelos. Es Nochebuena, pero la calle luce inusitadamente tranquila. Un perro ladra a lo lejos. Un coro, el sonido de sus voces me llega de lejos. Estoy solo en la casa de mis abuelos. Los pocos que quedaban han ido a la misa del gallo. No he querido ir. No se inflamará más mi pecho por cambiar de lugar. Da lo mismo el sitio si el corazón es el que ha mudado.  Hace calor y estoy solo. Solo al menos por un rato. Sé que los pocos que quedan volverán al terminar los cantos y las palabras. La vieja casa luce triste, se diría que se ha ido muriendo junto con quienes la edificaron.  Estoy solo por un rato, al menos en apariencia. Estoy solo. Solo por mucho más de un rato. No puedo evitar sentir que estoy solo para siempre.  Se sient

Wikén

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Viernes Miras el reloj en la pared y compruebas que se acerca la hora. Siempre este día y a esta hora se respira un aire diferente en la oficina. Hay más energía, caras más sonrientes. El reloj se vuelve más admirable que nunca. Hay conversaciones en los pasillos, elaboración de planes. Hay maquillaje. Hay visita a los cajeros automáticos. Hay corbatas que se sueltan, computadoras que se apagan.  Afuera, el día se arrebola, las luces se encienden, los neones brillan policromáticos. Hay mesas servidas, hay hielo endureciéndose, hay botellas por descorchar. El centro de Santiago se transforma en una gran colmena. Hay conversación, risa, abrazos, besos. Hay alegría. Se apagan las luces, se cierran las puertas, ¡Hasta el lunes! Afuera está la vida. Tú, te acuestas a dormir. Sábado Preferirías seguir durmiendo. Dormido no debes enfrentarte a la realidad. Pero debes levantarte. Comes algo, enciendes la tele. Te acuestas en el sillón, enciendes el computador. Revisas tu correo. Nada.