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Mostrando entradas de septiembre, 2010

Primavera que me haces daño

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Odio la primavera. Quizá alguna vez, hace algún tiempo, dejé de hacerlo, pero mi odio ha vuelto hoy, junto a las onerosas cuentas del médico y los antihistamínicos que apenas surten efecto. Mas, uno se acostumbra tarde o temprano a vivir moqueando, a la picazón de las mucosas, a los pañuelos desechables. Se puede sobrevivir un tiempo en base a inhaladores y pastillitas.  Lo que no le perdono a la primavera es la alegría desbordada. La fiesta de los sentidos. El ámbito colmado de perfumes. El fulgor de las mañanas. No le perdono la explosión de los colores. No le perdono dejarme a un lado de todo aquello.  Y es que no es justo descubrir en las mañanas que todo cobra una inusitada y renovada energía. Como si la vida se despertara después de una siesta. No es justo que a ti no te pase. Salir a la calle, subir al metro y constatar con estupor e impacto que las mujeres están más bellas, que sus mejillas están más rosadas, que sus  pies se muestran en frescas sandalias y sus muslos claman