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Mostrando entradas de julio, 2010

¡Qué feliz era cuando solo sufría por amor!

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Hubo un tiempo. Hace mucho. Un instante mejor en que solo sufrí por aquello que es hermoso sufrir. Hermoso y ridículo, tal vez, pero hasta de eso ya no puedo estar seguro. Y en esos remotos tiempos, el sufrimiento mismo se convertía en una suerte de "leitmotiv" para el díario vivir. Hoy, sufro y me angustio por tantas otras cosas, que me parece un despropósito sufrir, una pérdida de tiempo, mas no puedo evitarlo y es por eso que añoro los buenos tiempos cuando uno sufría por algo tan cándido como el amor. Como profesor me tocó tantas veces ver a alumnas y alumnos sufriendo por tal motivo. Yo los contemplaba con algo de pena, pensando para mí, que es tan ilógico sufrir por algo que solo los que algo más hemos vivido sabemos pasará, no quedará más que como un pequeño recuerdito -si es que- en nuestras almas. Pero claro, yo tampoco lo sabía entonces, y al igual que mis alumnos, pensaba que sufriría para siempre, que vivía para sufrir. Y en muchos aspectos era muy rico sufrir. L

Evanescencia cotidiana

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Abres los ojos y ya es un nuevo día. Frío como el de ayer. Gris, como ayer. Te incorporas sin ganas, te frotas los ojos y compruebas que estás tan cansado como antes de dormir. Quisieras volver a echarte sobre el tibio colchón, pero no puedes, no debes. Finalmente sales de la habitación... El agua de la ducha te reconforta. Quisieras abandonarte bajo la lluvia artificial y el vapor que te envuelve, pero sabes que aquello también debe ser breve. Las imágenes del día que vendrá se aparecen en tu mente. Ya tienes problemas antes de que surjan realmente. Ves el espejo y agradeces que esté empañado. No te gustan los espejos, no te gusta verte en ellos. Crees que ya conoces lo suficiente la realidad como para que un trozo de vidrio brillante te eche en cara su reflejo diariamente... Caminas cansinamente hasta la estación. La gente se atropella por pasar primero, por subir las escaleras, por atrapar un asiento libre en los vagones atestados. Los rieles rechinan, mientras los trenes se pierd