Un viernes de estos...
Como todos los viernes, llegó al parque y se sentó en el mismo escaño verde de todos los viernes. La tarde comenzaba a declinar, pero la luz aún era intensa y la canícula había dado paso a una fresca brisa que alegraba a los transeuntes. Le gustaba el parque y su frescura. Le gustaba su verdor entre tanto tráfico, ruído y cemento. Le gustaba porque era uno más entre tantos otros. Hacía ya meses que había adoptado la rutina de sentarse en ese mismo escaño todos los viernes. La oficina se vaciaba rápido los viernes, todos salían más temprano y más felices los viernes. Todos menos él, claro está, que por los medios que fuera, intentaba retresar su salida. Cuando ésta se hacía inevitable, tomaba sus cosas y salía procurando ser visto por las menos personas posibles, para evitar las invitaciones que podrían hacerle, que el sabía eran bien intencionadas, pero solo hechas por buena educación o lástima. Caminaba el trecho entre la oficina y el parque, que no era poco, pero tampoco...