Síndrome Martín Romaña


Me aqueja un extraño padecimiento. Aunque es raro, no creo ser, en todo caso, el único hombre que lo sufre. Desde que tengo uso de razón me ha ocurrido lo mismo. Explicaciones he intentado darle, varias. Desde mi complejo de inferioridad congénito hasta mi inseguridad genética, pasando por esa enorme necesidad de sentirme querido que me atormenta. Lo sufro en la imaginación, también en el alma. Lo sufro por las noches y bajo el mediodía. A veces se manifiesta intenso, otras, más suave. En ocasiones es breve como un suspiero y otras, extenso como el horizonte. 
Su síntoma -porque sí, es uno solo- es bastante fácil de describir, aunque muy probablemente, difícil de entender. Paso a explicitárselos entonces: No puedo dejar de imaginar la vida entera al lado de cualquier mujer que me preste un poquito de atención. ¿Se entiende?
Sucede que siempre que alguna mujer me brinda, aunque sea por caridad o porque en ese momento no tenía nada mejor que hacer, algo de su atención, de su tiempo, de su ternura, no me es posible controlar a mi imaginación para hacer que ésta no conciba un vida entera a su lado. Y por vida me refiero desde pasear de la mano por un parque hasta morir, de la mano también, muy viejos sobre el lecho matrimonial. Una vida de cuento burgués; con iglesia y vestido blanco, con linda casa, lindo auto, lindo perro, lindo jardín y lindos niños. Una vida de cenas a la luz de las velas, de caminatas por la playa y bailes a bajo la luna. En el fondo, imaginar que aquélla me ha empezado a amar.
Por supuesto que a ustedes, comprensivos lectores, esto que cuento les ha de parecer patético. ¡Y cómo no, si lo es!, pero ya ven, es tan real como patético. De más está decir que las pobres damas que alguna vez me prodigaron algo de su maravilloso tiempo, jamás llegaron a enterarse de mi pudenda enfermedad. Y más inútil es agregar, además, que nunca nada pasó entre ellas y yo. Solo me dedicaron una mirada como la que le regalarían a un cachorrito abandonado bajo la lluvia. Una mirada de que no alcanzó para Buen Samaritano. 
¿Que por qué síndrome Martín Romaña? Bueno, se me ocurrió bautizarlo así en honor al personaje de Bryce Echenique, a quien también le pasaba algo similar al conocer a una mujer. Suena mejor que síndorme "Felipe Hernández", a quien nadie conoce ni tiene interés en conocer.
Mientras encuentro (o me encuentran) un remedio para este mal, deberé resignarme a seguir imaginado vidas que no viviré y amores que nunca iniciaron.
¿Habrá cura, me pregunto a veces?

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Yo muero de esto cada día y cada noche… Espero el día en que una mujer con el don de curar lo encuentre… y que dios se acuerde de mí también…
Anónimo ha dicho que…
¡Qué extraño!...disculpen pero pensé que esta soledad, esos castillos construidos en el aire era propio de nosotras...nuestros sueños, nuestra imaginación...También es una esperanza...habemos muchos que "esperamos" nuestra "otra parte" MR

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