Capítulo IV: "No se puede comprar el amor o Evelyn me debe mucha plata"





Llegó el primer año de mi educación media. El cambio para mí fue total: Colegio nuevo, compañeros y profesores nuevos y valores nuevos. Yo venía de un colegio pobre en un sector pobre de la ciudad. Ese colegio quedaba lejos de mi casa, pero era un lugar seguro para hijos de personas que luchaban por los Derechos Humanos y a quienes los siniestros funcionarios de seguridad de la dictadura podían intentar dañar. Era un colegio salesiano, donde los valores de la solidaridad y el bien común eran parte central de cualquier enseñanza. La persona valía por el solo hecho de ser persona y nuestro deber en el mundo era luchar por la justicia y la paz.
En cambio, el liceo donde llegué era un hervidero de vanidad, ostentación y oquedad mental. Muchos de mis compañeros y compañeras no eran más que tristes adolescentes burgueses cuyo único sufrimiento radicaba en el hecho de que "papito" no les había comprado el Walkman que ellos querían o no habían "tirado" con más de tres personas en el último carrete.
Adaptarme no fue fácil, a pesar de que terminé haciendo buenos amigos después de los cuatro años en que cursé la educación media allí. Los profesores eran buenos y la enseñanza me sirvió bastante después.
Fue allí que conocí a la protagonista de esta entrada: Evelyn, compañera de primer año medio. Evelyn siempre estaba acompañada de Alejandra, su sempiterna "amigui", y era una muchacha morena, crespa y de una hermosa sonrisa. ¿Cómo llegó a gustarme como para desear tener algo con ella? Como siempre, me demostró algo de ternura y creí que eso era suficiente: Un día en que no quedaban más puestos en la sala, ella me invitó a sentarme a su lado.
Por supuesto, nunca intenté verbalizar mis sentimientos, lo que hubiese sido el cause normal de las cosas para cualquier otro ser humano. No, no. Solo intenté estar cerca de ella todo el tiempo, por si alguna vez me necesitaba. Y vaya que me necesitó...
Un día, ella y su amiga estaban quejándose de tener hambre y no tener dinero para comprarse algo. Entonces yo, que siempre tenía plata porque nunca la gastaba, les ofrecí prestarle... gran error. A partir de ese momento, comenzó el saqueo. Todos los días me pedían plata y yo todos los días les "prestaba", dichoso de que ella recurriera a mí y me hablara. No pasaron muchos meses antes de que algún amigo me dijieran que sospechaba que el par de amiguitas se estaba aprovechando de mí y mi buenas intenciones, mas yo no le hice caso, pues sentía que Evelyn me quería cada día más.
Pero el año pasaba y nada de nada. Solo mi  precario presupuesto anunciaba cambios mientras se acercaba diciembre. Finalmente, y como ustedes ya se pueden imaginar, todo salió mal para este mísero cronista. Un buen día de fines de noviembre, Evelyn faltó a clases, pero no su amiga y, cómo no, me pidió plata "prestada". Aunque no era ella el objeto de mi afecto, le presté sin dudarlo, ansioso de que ella le hablara bien de mí a Evelyn. Pero Alejandra me tomó del brazo y me invitó a acompañarla a comprar con mi dinero.Mientras caminabamos y ella saboreaba un chupete dulce recién abierto, me preguntó sin rodeos: "¿Te gusta la Evelyn?" Yo, debo haber enrojecido como la bebida favorita de Drácula y me apresuré a contestar que "¡P-por sup-puesto que no!" A lo que ella, soltándome del brazo y colocando una cara que nunca olvidaré y que solo puedo clasificar como de perversidad y crueldad me dijo, muy despacio y lentamente: "Qué bueno, porque ella lleva tres meses pololeando con un chiquillo de cuarto medio". Como pude y con cualquier excusa, me alejé de esa arpía a llorar por algún rincón del colegio.
Al día siguiente, con el ánimo estragado, me encontré en el recreo con las dos amigas. Como si nada, las descaradas me pidieron otra vez plata, pero yo tenía la respuesta preparada y contesté desde el fondo de mi corazón:
"Claro. ¿Doscientos está bien?"
Por suerte, quedaba poco para fin de año...


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