Cataclismo




Fue por estos días, eso sí lo tengo claro. La fecha exacta no. Tantos esfuerzos por olvidar parece que solo consiguieron que olvidara la fecha, pero nada más; los recuerdos siguen vívidos en mi mente, inclusive hoy, diez años después.
Me cuesta creer que tanto tiempo haya pasado, una década. Es cierto que el dolor dejó de ser intenso y agudo como en los primeros años o cuando supe que te perdía definitivamente para siempre. Ahora el dolor es como un eco sordo, como una herida traicionera que parece estar cicatrizando, pero que de tanto en tanto, te recuerda que aún permanece abierta con un feroz punzazo que te amarga el día más soleado. 
A veces todavía fantaseo con que todo este tiempo es solo un mal sueño, una pesadilla larga y que tarde o temprano habré de despertar para descubrir que es sábado y que nos veremos en unas horas más como nos veíamos siempre en sábado... pero ahora ya no perdería el tiempo y no permitiría que los días nos separaran más con sus afanes tiránicos: todos los días serían sábado para nosotros. Pero el tiempo me ha quitado también esas fantasías. Sé que esta es la realidad, la verdad que debo afrontar, el fruto de las decisiones tomadas, de las inacciones, de la indecisión, de la inmadurez.
Sé que fue por estos días de marzo... "cuídate de los idus de marzo..." habían pasado unos días desde el devastador terremoto y las cosas entre nosotros se habían enrarecido. Yo sentía que no íbamos a ninguna parte, que nos estancamos. Me llevó mucho darme cuenta de que yo era el principal responsable -aunque la culpa era compartida también- y que mi inmadurez y mi torpe carácter iban a pasarme una onerosa cuenta.
Pensé que iba a encontrar a otras que llenaran el espacio que dejaste vacío, me equivoqué. Nadie podía reemplazar tu risa, tus manos, tu calor. Cómo puede un hombre equivocarse tanto. Cómo puede pagar tan caro su error. Diez años y un día... y contando.
A veces también me imagino que desde dónde quiera que te encuentres, aunque sea de vez en cuando, te acuerdas un poquito de mí. Que enciendes tu computadora o tu teléfono y echas una mirada de soslayo a mi perfil de Facebook o a este blog que existe desde los tiempos en que tú y yo eramos nosotros. Que aún lees los mensajes que publico en memoria de ti. Las palabras cursis, los intentos de poemas, las canciones de amor. Pero sé que nos separan ya tantas cosas. Una cordillera y un océano entero. Miles de kilómetros, un pasaporte. Las leyes de Dios y del hombre y, sobre todo, el olvido que solo un nuevo amor puede entregar. Y de verdad me alegro de que hayas encontrado un nuevo amor y que con él seas feliz, pero una parte de mí, esa parte que todos tenemos y que la mayoría intenta mantener a raya, sigue deseándote, esperando por ti, como un Florentino Ariza que espera la pronta caída del doctor Urbino. Una parte que sigue creyendo que alguna vez nos volveremos a encontrar para terminar esta historia de amor como siempre debió ser.
En fin, son cosas que piensa uno... sueños de un hombre inútil en una cama para uno y en cientos de noches vacías de mirar el techo cada vez más ajado. 
Diez años ya de esta tragedia, de este cataclismo que detuvo el reloj de mi vida y que no me ha dejado (¿o no he querido?) avanzar. Más viejo, más cansado y más amargo.
Es verdad que nunca fui una persona alegre, pero nunca lo fui tanto, como desde aquella noche de marzo en que te vi partir en esa micro a la que yo mismo te fui a dejar. Y ahora aquí estoy, tras el teclado recordando. Me espera la misma cama vacía, bajo el mismo techo macilento, en otra noche marzo, parecida a esa de hace diez años.

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