"Antes muerto estaré que escarmentado"



Tropezar de nuevo con la misma piedra, no solo dos, sino múltiples veces, parece ser la verdadera naturaleza humana. A veces, eso sí, parece inevitable hacerlo. Sumergirse, inclusive con placer, en el error, en el sinsentido que sabemos, como gatos viejos que ya somos, nos traerá dolor y lamentaciones, otra vez. Pero así es. Así es.
De tal forma, anda entonces uno por esta vida con su corazón mustío, umbrío por la pena, casi bruno. Anda protegiéndolo, intentando que no se dañe más, que no se manche, remedándolo con sobras, con miguitas de amor que recoje por ahí o por acá. Lo guarda bien, lo esconde se diría. Le niega la luz del sol tan bondadosa, por miedo a que los otros vean su estado y, sobre todo, por miedo en a que alguna quira sacar provecho de su débil condición. 
Pero el corazón es débil a pesar de la cicatrices. Un buen día (o un mal día, depende del momento), una sonrisa luminosa, una risa fresca, unos ojos nocturnos, un perfume profundo, una palabra sencilla de mujer lo hace latir nuevamente, con inusitado vigor. Y entonces, volvemos a sentirnos vivos, volvemos a creer en los milagros y en la risa. "Hasta nunca" le decimos a la melancólica luna y le damos los buenos días al sol y la luz. Ni sabemos ni cómo cantamos otra vez en la ducha y silbamos por las aceras transitadas. Desbaratamos los roperos para buscar aquello con lo que, ilusamente, creemos no vemos un poquito mejor...
Pero lo mejor, sin duda lo mejor, ocurre en su órbita, Nosotros que solo somos satélites, soñamos con acercanos más a su centro, a su atmósfera hasta rozar su superficie. Miramos de reojo su caminar de ángel caido, sus pasos de gacela en sandalias. Nos aparecemos de improviso en los pasillos, para que te brinden, aunque sea, un saludo, una sonrisa, un ¿Cómo estás?
Y soñamos, soñamos, soñamos. Pudiera ser, sí, pudiera ser. Tal vez, una invitación, un café, una ida al cine. Y regresamos por algunos instante a los quince. Y colocamos flores sobre los escritorios...
Pero...
Siempre hay peros. Aunque sea uno. Siempre hay UN pero.
Un mal día (O un buen día, todo depende del cristal con que se mire) te detienes a la entrada de la cocina y la escuchas conversar con una amiga. La escuchas hablar sobre su novio, sobre su vida sexual, sobre los intentetos permanentes de tener hijos. La escuchas reir con picardía. Y, ¡paf! regresa todo a su centro... "Aquí estoy, otra vez, luna..." 
Recoges el corazón nuevamente. Otra herida lo ha curtido. Otra mancha, otro dolor. Dolor de tonto, al fin y al cabo. Regresas a tu habitación de niño, de hombre soltero. Te acuestas y apagas la luz, pero antes, colocas el corazón debajo de un zapato.

Comentarios

realidad-onirica ha dicho que…
Maravilloso, me he sentido sumamente identificado en cada oración, en cada palabra. Es que es la vida tan cíclicca y nada más cierto que los vaivenes que nos provocan los latidos del corazón cuando el amor lo ronda, tan ágil que es capaz de llevarte a lo más oscuro de la tierra y a lo más claro del sol, quizás al mismo instante. Esplendido.
realidad-onirica ha dicho que…
Maravilloso, me he sentido sumamente identificado en cada oración, en cada palabra. Es que es la vida tan cíclicca y nada más cierto que los vaivenes que nos provocan los latidos del corazón cuando el amor lo ronda, tan ágil que es capaz de llevarte a lo más oscuro de la tierra y a lo más claro del sol, quizás al mismo instante. Esplendido.

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