Capítulo III: "Montserrat y los piojos mineros"
Corrió mucha agua bajo el el puente hasta verme en séptimo básico. Muchos de quienes me conocen hoy, o me conocieron en el liceo o la universidad, no me habrían de reconocer en el mocoso insoportable que fui. Y sí, era algo así como el alma de la fiesta, el payaso del curso. Inteligente, al menos, puedo decir en mi defensa. Para ese entonces, mi mamá pasaba en la oficina del padre rector, del inspector general o en entrevista con mi profesora jefa, a quien cariñosamente llamábamos "Histérica" Oñate, paisolalia que buscaba dotar de más sentido a su verdadero nombre; Erika. Como quien no quiere la cosa, un buen día, me di cuenta de que mis compañeras de curso tenían más atributos que las trenzas que solía tirar, los bigotes con los que solía hacer chistes o los horribles frenillos con que las denostaba tan a menudo. Recuerdo que mientras ellas hacían educación física, nosotros teníamos Educación técnico manual con el temido profesor Perro Muñoz, que el Señor tenga en su San...