Capítulo I: "El día en que fui pololo de la reina de belleza"



Para empezar a contar algunos de mis infortunios amorosos, decidí remitirme cronológicamente a mis primeras experiencias. Y creo que esta es la primera de la que tengo recuerdos... y vaya que parece que esta no es tan mala como las que vendrán y vendrán...
Pues sí. Así como lo dice el título, fui por un día pololo de la reina de belleza. Claro está que lo anterior pierde harto de glamour cuando se sabe que ambos teníamos solo seis años y estábamos en primero básico. Pero en fin, no todos pueden decir que tuvieron de polola a una reina de belleza.
Gabriela se llamaba, y me amaba gracias a mi simpatía e inteligencia... o tal vez a los chocosos con manjar que le regalaba todos los días. ¡Qué buenos eran esos chocosos del supermercado Ribeiro! Como fuera, Gabriela era la niña más linda del primero B, eso hasta yo de seis años podía notarlo. Tenía una hermosa melenita café y ojos color miel. Y siempre olía a chicle de fruta... como un Dos en Uno recién abierto.
Con más orgullo, además, puedo decir que fue ella quien me declaró sus intenciones amorosas con la cándida pregunta: ¿Pololiemos? [sic]. No sabía bien lo que eso significaba, así que le dije que sí. Bueno, aunque un caballero no tiene memoria, puedo decir que nuestra breve, pero ardiente relación se redujo a tomarnos de la mano en los recreos, robarme un yogur extra para regalárselo junto con el chocoso y cortar varios yuyos y dientes de león.
Así, en esos devenires del corazón pasó el lunes, y el martes, y el miércoles y sí, el jueves también. Hasta el viernes, día de las alianzas, donde ella fue elegida por unanimidad reina de belleza de los primeros básicos y coronada con una tiara de cuentas plásticas. Creo que nunca estuve más arriba en la pirámide social como entonces. Hasta que...
La foto. Bandera chilena y telón atrás. La reina se fotografió primero con sus padres, luego con la profesora y después... no conmigo. Se sacó la foto con Enrique, que tenía más de príncipe que yo, empezando con los rizos rubios y terminando en unos horribles zapatos de charol que usaba. Así, sin más, y como se dice, de sopetón, me enteré que ya no era más el pololo de Gabriela. Primera lección acerca de lo volátil y voluble que puede ser el corazón de la mujeres.
No todo fue tan malo. Al menos pude empezar a comerme la colación... aunque no sé si eso fue bueno para mi futura figura de macho conquistador...
Por lo menos entonces ya tenía una amiga nueva: Paula.

Comentarios

Entradas populares de este blog

"Soy malo porque soy desgraciado"

Los fantasmas de las Navidades pasadas.

Preguntas antes de dormir